lunes, 21 de abril de 2014

Disyuntivas, un poder fáctico


Es difícil gestionar la impotencia diaria que siento al escuchar y/o participar en espacios y foros de debate plagados de disyuntivas que solo nos presentan dos alternativas posibles entre las cuales hay que elegir una. La máxima “divide y vencerás” es más efectiva cuanto mayor es la polarización de las ideas y por supuesto de los afectos y es por ello que estas disyuntivas, que se presentan como verdades absolutas, se encuentran presentes en los discursos dominantes y se repiten como un mantra, solo que en lugar de servir de apoyo a la meditación éste nos invita a no discurrir más allá de lo oficialista.

Alguno de los ejemplos de disyuntivas más comunes podrían ser público o privado, dictadura o democracia, izquierda o derecha política, monarquía o república, etc. eso sin entrar a las cuestiones que afectan de forma más directa a nuestra construcción personal como bien pueden ser hombre o mujer, homosexual o heterosexual, etc. aunque éstas últimas ni tan siquiera consiguen visibilizarse en los foros y espacios de debate públicos. Aclaro que las posibilidades a las que hago referencia no consisten en modelos público-privados, ecuaciones para equilibrar gobiernos en función de un mayor o menor grado de democracia o de autoritarismo, obviamente tampoco hablo de la creciente moda del centro político. No me refiero a una solución aristotélica en la que “la virtud se encuentra en el término medio entre dos extremos viciosos ambos, uno por exceso y otro por defecto.” Hablo de alternativas revolucionarias que lleven a la praxis teorías que quizás por sus pretensiones internacionalistas no han podido desarrollarse plenamente pero de las cuales existen numerosos ejemplos a lo largo y ancho de este lugar llamado mundo.

No debe suponer una carga tener un pensamiento divergente pero es muy difícil no caer en la resignación en una sociedad cuya dinámica de adoctrinamiento siempre te indica entre qué debes decidir, criminalizando mediante la continua perversión del lenguaje aquellas opciones que sin duda pondrían en peligro su grandilocuente alocución. Basta entender como se descalifican alternativas mediante la manipulación de la semántica, la palabra griega “ἀναρχία”, que etimológicamente significa sin gobierno o sin soberano y de la cual se desprende todo un movimiento ideológico se desvirtúa utilizándose como sinónimo de caos y desorden porque se acepta como axioma que donde no hay poder coercitivo no puede existir orden.

Aún así cabe destacar como resulta peligroso para el sistema la celeridad con la que se extienden algunas prácticas e ideas fuerza de la filosofía anarquista, como la acción directa. Las acciones llevadas a cabo por las diferentes PAH's a lo largo y ancho del estado español tanto de scraches a políticos en las mismas puertas de sus casas y trabajos como la recuperación de pisos vacíos y su posterior gestión colectiva son acciones que cumplen las premisas básicas de la acción directa que define en parte la práctica anarquista:
-Ataque directo al estado, al capitalismo, y al actual régimen.
-Son acciones ejecutadas por el grupo y no por ningún/a líder.
-Actúan directamente contra la persona, el objeto o el símbolo en cuestión.

Con esto no quiero decir que las PAHs sean de ideología anarquista, es más, puedo afirmar con pleno conocimiento de causa que no lo son pero sí han sabido pasar de la reivindicación verbal a la acción directa, armando todo un tejido social basado en el apoyo mutuo y en la defensa de intereses privados e individuales que no solo han conseguido convertir en públicos y colectivos sino que han hecho de los mismos proyectos enteramente auto-gestionados, utilizando estructuras horizontales y practicando la democracia directa mediante el costoso esfuerzo de buscar el consenso. Creo que es en eso en lo que reside su éxito, utilizando un juego de palabras, en el poder del empoderamiento.

Sin embargo, la mayoría de políticxs se apresuran a condenar estas acciones; al igual que la mayoría de medios de comunicación se apresuran en reforzar sus dos sectores de los debates, volviendo a escenificar de manera clara cuál es la disyuntiva de turno. El debate nunca será sobre la posibilidad de que un grupo de personas se auto-organice para defender un derecho común sin que un gobierno, administración, líder o divinidad les guíe o sobre la estupidez de elevar el concepto de propiedad a la categoría de derecho natural. El debate será de nuevo una disyuntiva simplista que nos permita creer cómodamente que nuestra única alternativa sigue siendo el cambio de gobierno y no la destrucción del mismo en todas sus formas.

Entre todas las disyuntivas que se escenifican en los distintos espacios abiertos, franjas horarias y entre los diferentes actores públicos no cabe la difusión de apuestas auto-gestionarias que funcionan entre los miembros de una comunidad por la inercia de la cooperación necesaria para la “super-vivencia” y la “con-vivencia”. Cada día vemos ejemplos de como diversos grupos y personas se auto-organizan para atender a las necesidades de los miembros de su comunidad allí donde al estado, ya sea en términos económicos o sociales, no le resulta rentable llegar. Igualmente no se visibiliza la posibilidad real de auto-gobiernos de personas libres y por ello iguales, educadas sobre la máxima del apoyo mutuo y no de la competencia.

Si fuésemos capaces de comprender la importancia del aprendizaje basado en el mutualismo humano entenderíamos cual es la finalidad de hacernos competidorxs.