sábado, 18 de marzo de 2017

El limonero del señor Manolo

¿Has visto alguna vez un limonero con ruedas? Lo cierto es que este limonero no es un árbol normal, es, el limonero del señor Manolo y todo el mundo en Villatoya lo conoce.

Cuando el padre del señor Manolo murió, el limonero que había sembrado en aquel patio Valenciano, al igual que el resto de la familia, quedó huérfano. Cuando alguien muere tod@s nos acordamos de las personas que quedan, les cuidamos y acompañamos en su duelo pero muy poc@s se acuerdan de los árboles. El señor Manolo trasplantó el limonero para tenerlo siempre cerca.

El pueblo de Villatoya es conocido en La Manchuela por muchas cosas; El agua pura y diáfana del río Cabriel, hogar de nutrias y libélulas, de truchas salvajes, oropéndolas y urracas; Sus nacimientos de aguas termales, culpables de la longevidad de quienes moran tan bellas tierras; O su increíble huerta, que en otros tiempos alimentó a tantas familias y que ahora yace más abandonada de lo que tod@s l@s viej@s del lugar, y ya poc@s jóvenes, desearíamos. Pero desde luego Villatoya no es famosa por sus limoneros, pues aquí serían incapaces de sobrevivir a los fríos inviernos, y por eso el señor Manolo instaló el hogar del árbol sobre ruedas, para sacarlo cada día al sol en la puerta de su casa y pasarlo cada noche a la cochera, resguardándole del hielo. Deseaba cuidarlo, como un legado más de tantos que seguramente mantiene con celo para no olvidar nunca de donde viene. Un día la casa con ruedas del limonero empezó a ser pequeña, como cuando un/a joven crece de repente y cansad@ de caminar mundo ansía tranquilidad para extender sus raíces y seguir creciendo. Entonces, trasladó el limero a un cachito de monte sobre las últimas casas del pueblo, una vieja caseta orientada al sur con un techado y un plástico bien recio para aislar del frío. Y tierra, mucha tierra. Cada día sube al monte sus garrafas de agua y abre y cierra una de sus ventanas al mundo. Ahora hay dos limoneros más en Villatoya, con ruedas, claro. Porque hay personas que además de mantener con perseverancia un legado son capaces de trascender dejando el suyo propio.

Y hay que dar las gracias al señor Manolo, porque yo he visto el brillo en los ojos de su hija cuando cuenta la historia del limonero de su abuelo y siente orgullosa como su padre adoptó un árbol que había quedado tan huérfano como él. Y gracias a esto yo se que ese árbol nunca morirá, abrigado por unas manos que han sabido recoger lo sabio y la savia de la vida con generosidad. Y hay que dar las gracias al señor Manolo, porque a veces una puede pasear por Villatoya y de repente sentir como el aire trae el olor del azahar pero también del cariño y el respeto, y de historias que tienen mucha alma. Gracias, señor Manolo.









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